La curva descendente

Según mi amiga Pamela, al entrar en los 30, el cuerpo sufre una serie de desperfectos y achaques que más que a una crisis etarea , son sólo la demostración empírica de que estamos sufiendo los efectos de la curva descendente en nuestro organismo. Pareciera que junto con el calcio se va la tolerancia a temperaturas extremas, es decir, cada vez te cagas más de frío en invierno y aguantas menos sol en verano, y claro , tu capacidad de trasnoche . Yo, a 7 meses del cambio de folio, siento a fuego este último síntoma.

Recuerdo cuando con la Jessi y la Lore hacíamos de las nuestras en los miércoles universitarios de la Havana, allá por el pleitoceno, haciendo hora después de la disco para luego llegar a clases a las ¡ocho de la mañana!, frescas como lechuga y demostrando como única señal del dancin' all night las sendas gafas de mis amigas y uno que otro bostezo mío, y viniendo a dormir recién a las 11 de la noche.

En cambio ahora... El jueves fue el cumple de Hansi y mientras hablábamos del temita este , yo estaba sufriendo en carne propia sus implicancias, puesto que estaba "depositada" en mi sillón , y luego de apenas unos vasos de cerveza , acompañando mi torta con ¡Té verde con manzanilla! Obviamente a las 12 estaba añorando mi camita y para redondear el cuadro de patetismo, debo confesar que si no hubiera llegado valiendo tan poco , le hubiese añadido el clásico guatero, aunque claro, no faltaron los calcetines.

No pretendo hacer de esto un manifiesto matapasiones, sólo quiero saber dónde dejé esa energía vital que todo lo circundaba a los 21 , dónde mi capacidad de aguantar 36 horas con tacos y la mente clara, qué fue de ese hígado mío que soportaba las piscolas como si fueran Agua del Carmen y las sopaipillas fritas en aceite de camión del "Forever" como si fueran dobladitas del Versluys. Dónde.